Con el viento a favor

 

Revista Medicina Universitaria, volumen 8, número 31, abril-junio, 2016

 

Hasta hace una década la investigación se hacía por obligación, rara vez por gusto. Quien se consagraba a ella sufría el estigma de ser alguien diferente, quizá valioso e inteligente, pero que por alguna razón había desviado el camino y decidido ser investigador en lugar de dedicarse a la práctica privada.

 

La vida cotidiana de un investigador en ese tiempo no era fácil. El objetivo del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, apenas iniciado, no era impulsar la investigación clínica. Los estímulos económicos al personal docente de la UANL, el perfil PROMEP y los cuerpos académicos todavía no se concebían. Para graduarse de un posgrado clínico, no era necesario hacer una tesis o un trabajo de investigación. En los hospitales privados valían más las cartas de recomendación otorgadas por alguno de los socios, que la certificación del consejo de especialidad o el haber publicado diversos artículos. En nuestro país, éste era el tremendamente desalentador panorama para los investigadores.

 

Para los profesores universitarios, esto significaba que tenían que participar tanto en el área docente como en la medicina privada, y esforzarse en trabajar 12, 14 o hasta 16 horas diarias, con un desgaste físico enorme, para lograr subsistir económicamente.

 

Aunque se considera que la situación no ha cambiado, que la investigación tiene futuro sólo en países como Estados Unidos, Inglaterra y Japón, y que la práctica privada continúa siendo la vía al éxito, la realidad es otra. La medicina privada, tanto en hospitales como en consultorios, se ha vuelto cada día más complicada: hay que lidiar con compañías de seguros desnaturalizadas y con pacientes belicosos. Esto ha hecho que una práctica redituable se volviera un negocio cada vez menos gratificante profesional y económicamente.

 

De manera asombrosa, para los investigadores el panorama dio un giro portentoso. Los cambios en la economía de la salud volteaban, imprevistamente, la moneda. Por una parte, surgieron cada vez más sistemas gubernamentales de apoyo a la creación de nuevo conocimiento. Por otra, la industria farmacéutica internacional, inmersa en sus tribulaciones comerciales y bursátiles, encontró en las instituciones médicas universitarias un aliado indispensable en su lucha por la supervivencia corporativa.

 

En México, y en nuestra Facultad de Medicina, en particular, la posibilidad de gozar de una vida profesional y económica satisfactoria es una realidad para quien decidió hacer de la medicina académica su principal proyecto de vida. Acreditados en los sistemas nacionales de apoyo a la investigación, muchos de nuestros profesores ya son remunerados abundantemente por su actividad científica. Además, al igual que en las escuelas de medicina más importantes del mundo, algunos de nuestros profesores participan en proyectos vinculados con la industria farmacéutica. Estos proyectos son altamente rentables tanto para el investigador como para nuestra institución. Mientras tanto, pueden combinar su investigación con la docencia e incluso con la práctica privada.

 

Hoy estamos frente a una oportunidad que no podemos dejar pasar. Estamos frente a un punto de no retorno. El viento está, indudablemente, a nuestro favor. Debemos tomar el camino del cambio; un cambio para renacer en una nueva Facultad de Medicina: la Nueva Facultad de Medicina basada en la investigación científica.

 

Cambiar no es fácil. Requerirá trabajo, organización, una estrategia institucional orquestada por nuestro director y ejecutada por todos los profesores y alumnos de nuestra Facultad. Para lograrlo, se ha creado INVEST, un programa que nos preparará para asimilar de manera acelerada las oportunidades que surjan a una velocidad imponente. INVEST involucrará a toda la Facultad de Medicina para que, en un muy corto plazo, nuestras herramientas estén a la par de las del resto del mundo.

 

Por medio de retiros de investigación que nos permitirán sumergirnos en la realidad global de la inversión farmacéutica, analizaremos desde cómo convertirnos en un centro de investigación internacionalmente aprobado hasta cómo registrar, conducir y cobrar por un proyecto.  Desde el círculo virtuoso de la investigación —el profesorado, el alumnado, el servicio— hasta el binomio de la investigación básico-clínica, las cátedras nominales y las conferencias magistrales reforzarán el valor de la investigación, no como una actividad extra que tendremos que realizar en un día de trabajo sin descanso, sino como un instrumento que nos permita mejorar la docencia y la asistencia.

 

En INVEST es de la mayor importancia iniciar en la investigación biomédica a las nuevas generaciones. La reforma curricular integra por completo la investigación en la carrera de medicina. Gracias a este programa, alumnos de pregrado pueden participar en la investigación de profesores o alumnos de posgrado.

 

Con el viento a nuestro favor, juntos en la dirección que nos marca el nuevo escenario de la investigación biomédica mundial, nos dirigimos a un futuro triunfante. Nos perfilamos, nuevamente, como una institución pionera en nuestro país. En la Subdirección de Investigación, el apoyo y el servicio a profesores y alumnos es, ahora con renovada energía, nuestro mayor compromiso para consolidar esta nueva Facultad de Medicina basada en la investigación científica.

 

José Gerardo González González

Subdirector de Investigación

Facultad de Medicina y Hospital Universitario

“Dr. José Eleuterio González” de la UANL

 

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